Del buen suceso que el valeroso Don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación.
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—Mira, Sancho, contempla lo que tenemos ahí delante: la fortuna va guiando nuestras cosas mejor aún de lo que deseáramos, porque ves allí, amigo más de treinta desaforados gigantes; ahora mismo pienso entrar en batalla con ellos y quitarles las vidas para enriquecernos con sus despojos, y arrebatarles sus reinos, si es que poseen alguno.
—Muy bien señor, muy bien, y ¿a qué gigantes se refiere?
—Aquéllos que ves allí.
—¿Allí?
—Aquéllos cuya soberbia iguala su estatura, y agitan los cielos levantando una tempestad de viento y furor. Aunque mováis más de cien brazos, os rendirá mi espada. Mira, tan largos tienen los brazos que algunos los tienen de más de dos leguas. Esta es buena batalla, Sancho; gran servicio a Dios es quitarle la mala simiente de la faz de la tierra. Luciferno, Armadó, Tallarán, ... Carpatacio, Néstor el orgulloso...
—¡Señor, no son gigantes, y lo que parecen brazos son las aspas, señor !
—Calla, Sancho, y prepara a Rocinante. Apresúrate, amigo !
—Señor, son molinos…
—Si tienes miedo, quédate y ponte en oración.
—No es miedo, señor, verá, lo que yo digo …
—Yo quiero entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
—Preste atención vuestra merced : con todo mi respeto, son sólo molinos que mueve el viento …, son molinos…
—¡Son gigantes! Socorredme, señora mía Dulcinea... Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete. ¡Ah, ah, ah !
—Señor, señor…, ya le dije que mirase lo que hacia, pero…, pero vuestra merced no quiso escucharme.
¡Ay, ay, ay…!
—Levántese.
—Ay, calla Sancho, calla. ¿Sabes lo que pienso ?
—¿Qué ?
—Que el malvado Frestón ha intervenido en esto. Quedas avisado, Frestón ! De nada han de valerte tus malas artes contra la bondad de mi espada
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