Enteraos bien, antes de dejarse encerrar en ese maldito convento, el Conde de Albrit prefiere arrastrar por ahí su esqueleto de puerta en puerta pidiendo un pedazo de pan y un techo donde cobijarse.
- La intención era buena Don Rodrigo, quizá nos equivocamos en la forma de hacerlo, en el procedimiento, pero la intención…
- Sí, es cierto Don Rodrigo, nosotros creíamos que iba a estar mejor en Zaratai que en la Pardina.
- Pero qué mentirosos y qué cobardes…Dios mío… ¡Con la de veces que os he matado el hambre a todos! Porque todos vosotros y vuestros padres fuisteis a pedirme trabajo y favores, y todos fuisteis bien atendidos en mi casa, ¡siempre! Y a todos os solucioné vuestros problemas, ¡miserables!
- Oiga, Don Rodrigo, por si lo ha olvidado, le diré que soy el alcalde de Jerusa.
- Tú no eres nadie. ¿Tú? Tú no sabes quién eres, maldito cobista , eres un ser rastrero y ladrón. Tú eres el alcalde de esta ciudad, porque tiene que haber de todo. Tú vives de dar contratas a tus compinches y de robar, y además, y eso es lo peor de todo, eres un pelagatos, que terminarás envenenando a media humanidad con tus ideas falsificadas.
- Don Rodrigo, yo no puedo consentir…
- Tú puedes consentirlo todo, ¿y recordar? ¿Puedes recordar cuando llegaban los inviernos crudos? ¿O has perdido la memoria al mismo tiempo que la vergüenza? Sólo con el vino que me has escamoteado durante años y años, que te dejábamos escamotear para que así pudierais salir mejor de los apuros, se podría emborrachar un millón de veces este cura, cuyo vientre no es ya sino una bodega sin fondo.
- Repórtese Conde, que está faltando el respeto a un ministro de la Iglesia.
- ¡¿Respeto?! ¡El que tú me debes a mí! Cuando murió tu padre en casa de lenocinio , que no digo yo que sea mala muerte, a mí generosidad debes el haber podido terminar tu carrera de teología y derecho. El santito que quería ser como Pablo de Tarso, aquí lo tenemos, convertido en un saco de manteca. ¡La primera cuchara de España! Entre los de tu secta se rumorea, que eres capaz de zamparte más torrijas en el desayuno que hostias repartes en la comunión. Ministro de la Iglesia… ¡Ministro de Pitanzas en todo caso!
¿Y a ti? Medicucho de tres al cuarto , ¿quién te costeó la carrera en Valladolid? ¿Y quién pagó la pensión de la calle Santiago tantos años de estudio? ¿No es cierto, matasanos, que tú y tu padre, al que libré de presidio en mala hora por estupro, no es cierto, te pregunto mirándote a los ojos, que cuando mi hijo y yo pasábamos a vuestro lado, tú y tu padre os poníais de rodillas y teníamos que daros de palos para que os levantaseis?
Miraos bien unos a otros, hijos nacidos de mis cocineras, engendrados por mis mozos de cuadra, habéis querido enjaular al Conde de Albrit, que fundó la Hermandad de Pescadores, que os trajo las aguas de Santaorra, que trazó la calzada de Beola y el puente sobre el río Caudo, mis padres alzaron el hospital, y la Casa Cuna y la capilla de la Pardina, donde acudíais todas las Nochebuenas a la Misa del Gallo, no por fervor religioso, sino a recibir los generosos aguinaldos que os ofrecíamos. ¿Cómo habéis querido pagarme tantos beneficios? ¡Encerrándome como un perro rabioso! ¡Vendiendo vuestras conciencias al mejor postor! ¡Miraos! Hociqueando como los cerdos. Oídme bien, el león pobre de Albrit, que nunca os pidió nada, y que para nada os necesita, os manifiesta su desprecio con toda la efusión de su alma. No quiere de vuestra ciudad ni siquiera un pedazo de tierra para sepultar a sus cansados huesos, que no ha de faltarle acomodo en el mar. Quedaos con ese mundo vuestro que no comprendo, donde la mentira, la infamia y la avidez campan a sus anchas. Y que os aproveche.
Mejor dicho, ¡qué se os indigeste!
Benito Pérez Galdós: (Las Palmas de Gran Canaria, 1843 – Madrid, 1920). Se le considera uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX en España, hasta el punto de ser reconocido por muchos como el mayor novelista español después de Cervantes.
Cobista: adulador.
Casa de lenocinio: casa de prostitutas.
La torrija: Rebanada de pan empapada en vino o leche y rebozada con huevo, frita y endulzada.
“De tres al cuarto”: “Locución adjetiva usada para denotar la poca estimación, aprecio y valor de algo”
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